Carmen Madorrán
Dpto. de Filosofía,
Miembro de la Asociación Foro Transiciones y una de las impulsoras del Laboratorio Filosófico sobre la pandemia y el Antropoceno
En los cuarenta años que han pasado desde la década de los ochenta hemos asistido al estrechamiento del mundo. Especialmente tras la caída del muro de Berlín, ha ido ganando terreno la creencia de que no hay alternativa y de que el capitalismo realmente existente es no solo el mejor, sino también el único de los mundos posibles
Esta estrechez de miras supone un empobrecimiento de las discusiones respecto a décadas anteriores y permite afirmar que el nuestro es un mundo menos flexible en lo importante: la discusión razonada entre paradigmas y presupuestos enfrentados. Hoy sigue vigente aquello que el filósofo Francisco Fernández Buey escribió sobre el pensamiento utópico: “Ser utópico está bien visto a condición de que uno confiese al mismo tiempo que su sociedad alternativa (más justa, más igualitaria, más habitable) no es de este mundo”. Es decir, que las utopías están bien como pasatiempo teórico o ensueño literario siempre que su realización no se plantee. Pero, ¿qué es eso de las utopías y en qué nos pueden ayudar las utopías reales en este momento corto de miras?
El profesor Lyman Tower Sargent ha sugerido distinguir las utopías literarias (que serían los relatos en los que se describe una sociedad inexistente que el autor quiere que los lectores perciban como mejor que la sociedad en la que viven) de las utopías prácticas o las prácticas utópicas (que serían los tipos de actividad social y política que pretenden realizar una sociedad mejor aquí y ahora). En este último caso, el pensamiento utópico da un paso hacia la realidad y trata de poner en marcha una transformación efectiva de la misma. Las prácticas utópicas, como forma de acercar las alternativas de allí hasta aquí toman cuerpo en las propuestas de transición y tienen que ver con la técnica del backasting, que consiste en definir un escenario futuro deseable y desde ahí comenzar a recorrer –retrospectivamente– los pasos que serían necesarios para conectarlo con el presente
El recientemente fallecido Erik Olin Wright popularizó el término utopías reales para referirse a las alternativas socioeconómicas al capitalismo entre las que prima su apuesta por la viabilidad por encima de su perfección teórica: «Lo que necesitamos son “utopías reales”», esto es, ideales utópicos fundados en las potencialidades reales de la humanidad, destinos utópicos que tengan paradas intermedias accesibles, planes utópicos para instituciones que puedan informar nuestras tareas prácticas de navegar en un mundo de condiciones imperfectas de cambio social” .
En un momento como el presente, en el que se superponen distintas crisis (económica, social, de cuidados, de representación, ecológica…), hay motivos de sobra para considerar que lo que atravesamos es más bien una crisis de modelo o de civilización. Lo que está en crisis y nos obliga a pensar alternativas, en definitiva, es ni más ni menos que la forma de organizar la vida de nuestra especie en el planeta. Ese es el reto que plantea el Siglo de la Gran Prueba. Creemos que una de las formas de enriquecer el discurso público sobre las transiciones hacia sociedades justas y sostenibles sería pensar juntos en torno a esas utopías reales que abran alguna ventana al agobiante presente. Dicho de otro modo: es el momento de perder el miedo a elaborar propuestas deseables que además piensen bien en loscaminos de transición desde nuestro escenario presente.
El seminario se celebró en línea el 12/05/2021 05:30 PM Madrid
Puedes escuchar la grabación en audio (80 MB) en este enlace. Si deseas acceder a una grabación en vídeo (308 MB), puedes obtenerlo en este enlace
Para citar esta entrada
Madorrán, Carmen (2021) Utopías y distopías en el antropoceno. En Niaiá, https://niaia.es/utopias-y-distopias-en-el-antropoceno/
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