¿Existen rasgos de bondad universales?

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Javier González Vela y Félix García Moriyón

Licenciado en Ciencias Físicas por la UAM y Profesor Honorario UAM. Miembros del equipo Niaiá

En el año 2019 algunos miembros de NIAIÁ formamos un grupo de trabajo para llevar adelante un proyecto de investigación que tenía el título de “mejora moral en las aulas”. Al grupo se incorporaron otras personas competentes en el tema de la investigación. El proyecto se llevó adelante en una primera fase durante el curso 2019/2020, si bien al final del curso las circunstancias provocadas por la pandemia de la COVID-19, y específicamente la supresión de las clases presenciales y su sustitución por enseñanza telemática en el último semestre del curso, hicieron que la investigación se paralizase, con el objetivo de retomarlo en el curso académico siguiente, esperando que las condiciones lo hicieran posible.

El trabajo del grupo se centraba en el desarrollo moral de las personas, y la actividad se desarrolló analizando varias aulas de alumnos de diversas edades en distintos centros educativos del país. La investigación perseguía dos objetivos principales:

El primero, determinar qué rasgos de la personalidad asociados a la “bondad” se relacionan con el desarrollo moral, e incluso pueden predecir el comportamiento moral de las personas.

El segundo, evaluar el avance en aquellos rasgos de personalidad relacionados con el comportamiento moral  tras la implementación de un programa específico de educación moral (Filosofía para Niños).

La cuestión no era transmitir un conjunto de valores, sino proceder a una investigación moral en el aula, en la que el centro de la investigación fuesen los valores morales, indagando en su genuino sentido, viendo cómo se aplican a nuestras vidas cotidianas y observando situaciones específicas, dilemas o problemas, en los que están en juego valores morales sin que esté clara la mejor respuesta que se puede dar.

La investigación partía de dos tesis fundamentales, que cuentan con suficientes evidencias empíricas y justificaciones teóricas, y que son claves para la educación moral:

La primera, que parece posible determinar unos rasgos de personalidad que, vinculados con lo que en ética se entiende como bondad, pueden predecir el comportamiento moral de las personas. Se puede por tanto seleccionar alguno de ellos como de especial importancia en la predicción de un comportamiento bueno, evaluar el nivel de dominio o presencia de esos rasgos en las personas y, por tanto, evaluar su desarrollo a lo largo de un período de tiempo.

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La segunda, que es posible aplicar un programa de educación moral que contribuya a mejorar la adquisición de esos rasgos. En concreto, es posible aplicar el programa de Filosofía para Niños y el impacto positivo de su aplicación en el crecimiento moral de los estudiantes.

Sin entrar en mucho detalle sobre cómo se desarrolló esta primera fase de la investigación, si parece importante resaltar los principales aspectos del procedimiento seguido:

La investigación se desarrolló sobre diversos grupos de alumnos, estudiantes de aulas de primaria y secundaria, de colegios privados y concertados e institutos de enseñanza secundaria, y se realizó siempre en el contexto natural del aula. Por cada grupo experimental existía un grupo de control. En los grupos experimentales, profesores preparados en la aplicación del modelo de FpN impartieron asignaturas de valores sociales y culturales y de valores éticos. Los grupos de control tenía profesores que no aplicaban el modelo FpN. Antes de la aplicación del programa se pasaron unos test de personalidad y de argumentación moral, que se iban a pasar otra vez siete meses después.

El desarrollo moral se evaluó mediante un conjunto de rasgos de personalidad, tanto en el ámbito cognitivo como afectivo. Para la capacidad cognitiva, se utilizó un problema moral que el alumnado debía resolver.

Tanto al principio como al final del proceso se evaluaron los rasgos de personalidad mediante diversos cuestionarios y pruebas: Cuestionario de personalidad EPQ-J 25’ (H. J. Eysenck y S. B. G. Eysenck), Pruebas de habilidades sociales SENA (I. Fernández-Pinto, P. Santamaría, F. Sánchez-Sánchez, M. A. Carrasco y V. Del Barrio) y Pruebas de autoconcepto  AF-5 (García y G. Musitu).

Esta primera fase del proyecto de investigación se desarrolló desde el inicio de curso 2019/2020 hasta que la pandemia obligó a suspender las clases. Desafortunadamente, y hasta la fecha, no se ha podido continuar con el trabajo en las aulas, pero aun así hubo tiempo para sacar conclusiones de lo observado, que se plasmaron en un artículo que se publicó, bajo el nombre de Research in Moral Education: The Contribution of P4C to the Moral Growth of Students”.

Como es bien sabido, no existe en el campo de la investigación del desarrollo moral un paradigma unificado. Pero lo que sí que existe es un acuerdo respecto a que algunos hábitos de comportamiento guardan estrecha relación con un comportamiento moral maduro, esto es, con la bondad, mientras que otras lo dificultan. Por ello, en nuestra investigación hemos optado por poner en el centro del crecimiento moral el desarrollo de determinadas competencias que pueden ser identificadas como virtudes.

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En resumen, creemos que este trabajo ofrece un enfoque sugerente basado en un concepto integral de crecimiento moral, donde éste se entiende como el logro de una vida plena, en la que se incluye convertirse en buenas personas, lo que se consigue mediante el dominio de un conjunto de competencias cognitivas y afectivas, en adecuado equilibrio entre sí, donde las debilidades en algunas competencias se compensan con la fortaleza en otras.

Los siguientes pasos en el proyecto dependen de que la pandemia remita de manera definitiva y se puedan reanudar las investigaciones presenciales. Pero, como continuación natural del proyecto, es posible y conveniente realizar una reflexión teórica que nos permita seguir avanzando en los siguientes aspectos:

  1. ¿Cuál es el conjunto de rasgos importantes que pueden servir para definir qué es una buena persona? ¿Pueden tener esos rasgos validez universal?
  2. ¿Qué relación hay entre virtudes y rasgos de personalidad?
  3. ¿Pueden los rasgos de personalidad realmente predecir la conducta humana?

Varias son las aproximaciones que se pueden utilizar para abordar cada uno de esos tres aspectos, a la espera de poder continuar la investigación en las aulas. Por el momento nos vamos a centrar en el primer aspecto, sobre el que ya se viene trabajando mucho en diversos campos, en los que se intenta tener en cuenta tanto la diversidad cultural de las áreas morales como la posible existencia de algunas dimensiones que pueden considerarse como universalmente aceptadas. La ética, la antropología y sociología moral y también la etología han realizado importantes aportaciones que señalan esta complejidad de la moral, al mismo tiempo contextual y universal. Vamos a abordar este tema desde dos perspectivas distintas tanto metodológica como temáticamente.

La primera perspectiva es la que aporta una exploración del léxico empleado por la gente para hablar de la bondad. La segunda, realizar un estudio léxico semántico más detallado sobre el concepto de bondad.

En primer lugar, nos fijamos en un trabajo de Walker y otros colegas sobre las concepciones naturalista de la moral (Naturalistic Conceptions of Moral Maturity, Walker and Alia, 1998). Se trata de un estudio, bastante completo, que trata de conocer las bases en las que se apoya la gente para hacer sus evaluaciones morales. Intenta establecer una teoría de la madurez moral partiendo de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg, quien centró el desarrollo moral en el desarrollo cognitivo y cómo éste pasa por una serie de etapas determinadas, pero critica que la teoría de Kohlberg pone todo el énfasis en la capacidad de razonamiento, y excluye el carácter moral y la virtud. La gente hace permanentemente evaluaciones morales en su día a día, y es crítico conocer las bases en las que se apoyan para hacerlas. El estudio, por tanto, se centra en examinar las nociones de “excelencia moral”, “excelencia religiosa” y “excelencia espiritual”, y ver además cómo cambian a lo largo de la vida adulta. El propósito, tal y como lo declaran, es “dar una visión amplia de las ideas de la excelencia moral que operan en la vida cotidiana“. Y hacerlo a partir de lo que la gente piensa que es la excelencia en esos campos.

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Al igual que lo que perseguimos nosotros, el objetivo del estudio de Walker y Russel, al menos en su primera fase, era crear una lista amplia de características que la gente considera propias de una persona altamente moral. Los participantes (una muestra heterogénea de 120 personas, repartidas en tres grupos en función de la edad) rellenaron un cuestionario (entre 15 y 30 minutos de duración) que les pedía escribir las características y atributos de una personal altamente moral, atributos que después se agrupaban en una serie de “descriptores”. Posteriormente, en una segunda fase, se trataba de determinar si la gente construía esos grupos de descriptores a partir de un concepto previo. Es decir, se trataba de descubrir la estructura que construía las concepciones de la gente sobre lo que es una persona altamente moral.

En un estudio similar, en nuestra investigación pretendemos elaborar una encuesta, extendida al mayor número de personas que nos resulte posible, que nos permita determinar un conjunto de palabras que la gente considera relacionadas con la bondad. De esta manera avanzaríamos en el primer punto de las reflexiones anteriormente citadas: “¿Cuál es el conjunto de rasgos importantes que pueden servir para definir qué es una buena persona?”, y “¿pueden tener esos rasgos validez universal?” Yendo un paso más allá, habría que conseguir evaluar hasta qué punto esa “validez universal” puede ser un simple efecto de los procesos de socialización, tal vez llevando el ámbito de la encuesta más allá de nuestras fronteras. En cualquier caso, será bastante importante seleccionar bien qué variables habría que considerar en el análisis, considerando siempre que a mayor cantidad de variables, mayor complejidad del estudio: edad, sexo, ubicación geográfica, educación, etc. En este tema es importante tener en cuenta el importante trabajo que se viene realizando desde hace mucho tiempo la Encuesta Mundial de Valores (EMV), que recogen   Ronald Inglehart y Juan Díez Nicolás en Tendencias mundiales de cambio en los valores sociales y políticos (Madrid. Fundación para el Desarrollo de la Función Social de las Comunicaciones. 1994)

En una segunda aproximación, que hemos llamado “Estudio léxico semántico sobre el concepto de bondad”, centramos nuestra atención en el siguiente estudio: Spanish basic emotion words are consistently ordered, Delgado, 2006.

Nuestras opciones serían realizar, sobre los conceptos y rasgos seleccionados, un análisis semántico sobre el concepto de bondad que nos permita identificar una jerarquía de valores. Se trataría, partiendo de nuevo de la hipótesis de la universalidad del concepto de bondad, de encontrar similitudes en culturas diferentes, si bien estas culturas deberán ser hispano hablantes, ya que para cumplimentar esta fase utilizaríamos uno o varios corpus lingüísticos del idioma español, en función de lo que se decida finalmente analizar.

El estudio de Delgado al que hacemos alusión es una buena referencia, ya que es un análisis semántico sobre las palabras que definen las emociones. La autora parte de la hipótesis de que existe una secuencia consistente y ordenada de palabras que describen emociones básicas en español. Es decir, que existe una jerarquía de palabras relacionadas con las emociones, que se repite tanto de manera diacrónica (en español antiguo y español moderno) como sincrónica (en los distintos países de habla hispana). Y eso es coherente con lo que nos dicen la psicología cognitiva y la neurociencia sobre la universalidad de las emociones.

La razón del foco que ponemos sobre este artículo es su posible similitud con una jerarquización de las palabras que definen la bondad. Se trataría por nuestra parte de abordar un análisis similar, pero utilizando los conceptos de bondad obtenidos en la primera fase en lugar de las emociones. Y es de nuevo coherente con la hipótesis principal de nuestro estudio de que existe un acuerdo sólido y universal sobre lo que se entiende por bondad y por buena persona. El objetivo, por tanto, es determinar el orden, por frecuencia decreciente, en el que aparecen los términos relacionados con la bondad en el lenguaje común. Y las herramientas a utilizar podrían ser las mismas que en el estudio de Delgado: los distintos Corpus disponibles en español: CORPUS Siglo XXI, Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) y el Corpus Diacrónico del Español (CORDE).

Como es fácil suponer, no pretendemos resolver un problema de tanto calado como el de la universalidad de los valores, pero sí podemos seguir aportando reflexiones que contribuyan a realizar mejoras apreciables tanto en la investigación sobre el impacto de programas educativos en el crecimiento moral de las personas como en el diseño de propuestas formativas en el ámbito de la resolución de problemas morales.

Para citar esta entrada

González Vela, J. y García Moriyón, F. (2021). ¿Existen rasgos de bondad universales? En Niaia, consultado el 16/02/2020 en https://niaia.es/existen-rasgos-de-bondad-universales/

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