Esta vez (no) será diferente: la agenda “progresista” de la UE en el capitalismo verde y militar

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Pedro Ramiro y Erika González

Investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)Paz con Dignidad

Recuperación económica, seguridad energética, autonomía estratégica. Las cartas del gobierno más progresista de la historia para afrontar el semestre de presidencia española del Consejo de la Unión Europea están dispuestas sobre la mesa. Frente a las turbulencias financieras en un contexto marcado por la congelación salarial, la inflación y las subidas de los tipos de interés, el rescate continuo de los grandes propietarios. Con los cortes del flujo de gas proveniente de Rusia y la urgencia de asegurar el suministro energético, una renovada apuesta por los combustibles fósiles. Ante la extensión de la guerra en Ucrania y las crecientes tensiones geopolíticas, el reforzamiento de la militarización y la criminalización de la protesta.

En el marco del capitalismo verde militar, las posibilidades de acometer la tantas veces anunciada transformación del modelo productivo, así como de acelerar la transición energética y de cumplir con los planes de descarbonización, han quedado sepultadas bajo las bombas en la frontera oriental de la UE. Cuando los únicos objetivos realmente importantes son los que marcan los mercados financieros, el Pacto Verde Europeo no sirve casi ni para hacer discursos. Blackrock lo mismo gestiona las oportunidades de negocio en el capitalismo verde que gestiona las oportunidades de negocio en medio de la guerra: gestionar las oportunidades de negocio es la razón de ser de Blackrock, eso es tan obvio como que el Green New Deal está en fase terminal.

La Unión Europea siempre ha tratado de proyectarse como el policía bueno de la globalización capitalista, con unas posiciones internacionales en materia ambiental menos agresivas que las del resto de las grandes potencias. Y sobre todo, con una narrativa que ha insistido en su declarada preocupación por la inclusión social y los derechos humanos en todo el mundo. Pero esta imagen se ha venido abajo en los últimos tiempos. Sin desconocer que la construcción de la Europa fortaleza siempre se ha fundamentado sobre las bases de la explotación, el extractivismo y el neocolonialismo, los ideales progresistas que formalmente presidían la acción de la UE ya no aguantan ni siquiera en el papel. Más allá de evidenciar el fracaso del greenwashing, la necesidad de asegurar el aprovisionamiento de gas natural y de minerales críticos, de controlar las fronteras (exteriores e interiores) y de garantizar los dividendos empresariales han terminado de liquidar los “valores europeos”.

“Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar”, ha dicho el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell: “La política internacional exige una gran dosis de realismo. Porque las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran”. Ya no hay rodeos: para garantizar el aprovisionamiento de gas y reforzar las fronteras, pacto con Estados autoritarios que hacen de la violación de derechos humanos su práctica cotidiana; para promover los negocios de las grandes empresas españolas, alianza con gobiernos de extrema derecha que están criminalizando y persiguiendo el derecho a la protesta.

El greenwashing ha dado paso a la economía de guerra. Y la agenda internacional de “paz y justicia”, que debería estar alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas —que en el ODS 16 nos recuerda que “los conflictos, la inseguridad, las instituciones débiles y el acceso limitado a la justicia continúan suponiendo una grave amenaza para el desarrollo sostenible” y por eso se ha de “promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas”—, ha quedado olvidada en algún cajón.

En la segunda mitad de este año, durante la presidencia española de la Unión Europea, pretenden cerrarse tres grandes acuerdos comerciales con sendos gobiernos progresistas latinoamericanos. Y certificar avances normativos, tanto a nivel europeo como en las legislaciones nacionales de los Estados miembros, para concretar la diligencia debida de las empresas en materia de derechos humanos y medio ambiente. La agenda progre de la UE pasa, por un lado, por blindar los intereses de las grandes corporaciones europeas y, por otro, por ofrecer una pseudo-regulación sobre sus impactos socioecológicos que carece de efectividad real. Mientras a lo interno se imponen las condicionalidades —como la reforma laboral y la de las pensiones— exigidas por Bruselas, de cara al exterior se trata, como ya se ha encargado de recalcar recientemente la ministra de Industria, Turismo y Comercio del gobierno español, de “reforzar alianzas estratégicas que contribuyan al abastecimiento de la UE y generen nuevas oportunidades de comercio e inversión para los operadores de la Unión”. El progresismo europeo era esto.

El seminario se celebró en línea el 19/04/2023

Puedes escuchar la grabación en audio (77 MB) en este enlace. Si deseas acceder a una grabación en vídeo (430 MB), puedes obtenerlo en este enlace.

Para citar esta entrada

Ramiro, Pedro y González, Erika (2023) Esta vez (no) será diferente en la agenda “progresista” de la UE en el capitalismo verde y militar. En Niaia, consultado el 14/04/2023 https://niaia.es/esta-vez-no-sera-diferente-la-agenda-progresista-de-la-ue-en-el-capitalismo-verde-y-militar/

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