Roberto Colom
Catedrático de psicología diferencial en la UAM
Pretendo discutir, sin ánimo de contribuir a resolver nada (bueno, a lo mejor algo sí, ya veremos), lo implicado en el título de este breve escrito. Y lo haré usando como referente, en primer lugar, un artículo que descubrí accidentalmente en un resumen, publicado por el observatorio social de La Caixa, buscando un dato que echaba mucho de menos en otro informe sobre el funcionamiento, más o menos eficiente, del conocido como ascensor social en nuestro país (España, Europa).
La pregunta de ese resumen tuvo el poder de atrapar mi atención:
¿Qué influye más en la posición social que alcanza una persona, sus propias características o su origen familiar?
Si, por ejemplo, tuviésemos la oportunidad de entrevistar y evaluar a ciudadanos de mediana edad, elegidos al azar de la población española, para comprobar, a renglón seguido, cuál es su nivel y bienestar socioeconómico actual:
¿Estaría más relacionado ese nivel con su origen familiar o con sus características personales?
Si sus antecedentes familiares estuviesen conectados a su propio bienestar socioeconómico (SES), una vez se ha independizado de esa familia matriz y ha creado su propio espacio social, entonces concluiríamos que las ventajas de las que pudo disfrutar hasta llegar donde está ahora, resultan determinantes. ¿Correcto?
No, en realidad es una conclusión que debemos evitar antes de diseñar y lograr materializar una investigación verdaderamente informativa. O al menos algo más concluyente, porque esa conexión social no dice absolutamente nada medianamente interesante. Al menos desde una perspectiva científica.
A ese seductor equívoco conduce el artículo de los sociólogos que comentaremos en primera instancia aquí, cuya frase inicial deja poco lugar a la duda:
“La pregunta crucial de la investigación sobre la estratificación social es si las oportunidades vitales están gobernadas por el origen social o por el mérito.”
En su estudio persiguen añadir un elemento esencial, pero ausente en la mayoría de las investigaciones hechas hasta el momento (de ahí mi dificultad para encontrar el dato que buscaba, no es que fuese señaladamente inepto al explorar la literatura publicada): la contribución de las capacidades personales, además del origen familiar, a las ventajas o desventajas sociales que caracterizan a los individuos.
Usan una serie de modelos de movilidad generacional basados en datos del PIACC, que incluyen variables de capacidad cognitiva y de personalidad. Sorprendentemente destacan los autores que “las capacidades cognitivas se relacionan estrechamente con la inteligencia e incluyen la capacidad de aprender, de razonar y de comprender (y usar) la información disponible (aunque también deben considerarse) factores no cognitivos como la motivación, la confiabilidad, la iniciativa, la confianza en uno mismo y la sociabilidad.” Estos sociólogos demuestran un conocimiento más preciso que no pocos de mis colegas psicólogos.
La movilidad social basada en los méritos supone que las oportunidades de las que disfrutan los ciudadanos obedecen a sus propias capacidades mentales/cognitivas, a su compromiso y a su perseverancia. Si las generaciones recientes habitan en sociedades basadas en los méritos en mayor grado que las generaciones anteriores, entonces los factores personales, cognitivos y no-cognitivos, serán más protagonistas, de sus películas vitales, que el origen social.
En este estudio se calculan los ascensos y descensos de los individuos según sus capacidades y según el nivel ‘social’ de sus familias. Aquellos con escasas capacidades, pero de familias socialmente acomodadas, deben empeorar su propia posición social. Quienes tengan altas capacidades, pero hayan crecido en familias de escasos recursos ‘sociales’, deben mejorar su propia posición social.
Valoran el origen social según el nivel educativo de los padres, dejando fuera un clásico indicador como es el nivel de ingresos. La posición social de los individuos se valora según la clasificación de las famosas cinco categorías de Erikson & Goldthorpe. Para evaluar las tendencias generacionales comparan dos cohortes: nacidos antes y después de 1967. Y, además, solamente consideran varones con edades comprendidas entre los 25 y los 60 años.
Los datos del PIACC que valoran la personalidad se basan en solamente tres preguntas sobre motivación, iniciativa y ambición, mientras que los de capacidad se centran exclusivamente en la habilidad con los números. Por tanto, ambos factores se miden de modo claramente subóptimo. Pero menos es nada, por tutatis.
Delimitado el terreno, exploran qué sucede en 21 países, en los que impera una democracia moderna avanzada, de Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Noruega, Polonia, Reino Unido, República Checa, Rusia, Suecia), América (Canadá, Estados Unidos) y Asia (Japón, Corea).
El primer resultado de interés es que, en todos los países, los hijos de padres con alto nivel educativo presentan puntuaciones de capacidad un 40% por encima de los hijos de padres con educación básica. Además, los hijos de mayor capacidad, pero con padres con educación básica, logran puntuaciones de capacidad un 30% mejor que los hijos de menor capacidad, pero con padres con alto nivel educativo.
En segundo lugar, se observa que existe una especie de suelo de cristal que impide que los hijos de menor capacidad, pero con padres de alto nivel educativo, empeoren su propia posición social. Además, los hijos más capaces de las familias con menor nivel educativo mejoran su propia posición social.
En tercer lugar, se calcula en qué países predomina el movimiento ascendente basado en el mérito personal: Canadá, Estados Unidos, Suecia, Holanda, Finlandia, Noruega, Dinamarca, Reino Unido y Alemania. Los países en los que más pesa, o lastra, el origen social a la hora de ascender socialmente son: Austria, República Checa, Italia, Polonia, Rusia, Eslovaquia y España.
En cuarto lugar, se comprueba que algunos de los países que salían bien parados en promover el mérito personal a la hora de subir socialmente, ya no salen tan favorecidos en la foto cuando llega el momento de bajar (un poderoso test de una sociedad genuinamente basada en los méritos). El fenómeno comentado antes de que los padres de alto nivel educativo protegen a sus retoños menos capaces, de algún modo, para evitar su caída social, se aprecia especialmente en países nórdicos como Dinamarca, Finlandia, Noruega o Suecia. Algunos países que antes estaban mal situados, mejoran en este test de estrés: Austria, Francia y Eslovaquia.
El país más rígido, con diferencia, es Italia.
Probablemente uno de los resultados más llamativos es que, a pesar de sus bajas capacidades, los hijos de padres de alto nivel educativo cursan una carrera universitaria. Permítanme el inocente comentario de que ese hecho puede contribuir a entender mejor la necesidad de imponer el excitante Plan Bolonia.
Seguidamente los autores se enredan en una madeja de comparaciones de hijos con altas o bajas capacidades en interacción con mejores o peores personalidades. ¿Adivinan la combinación ideal para aumentar la probabilidad de ascenso social?
En la conclusión del denso artículo se reconoce que el estudio es exploratorio y que no se pretende identificar causas.
Menos mal.
En noviembre de 2020 discutí, en otro foro, un informe que presentaba resultados visiblemente contradictorios con los comentados hasta ahora. Le envié mi valoración al primer autor (Gosta Esping-Andersen), investigador de la Universidad Pompeu Fabra, y su respuesta fue: “Gracias! Muy interesante…”
Pensé que daría algo más de juego, pero no.
En ese informe alternativo también se preguntaban por el ascensor social, comparando, en este caso, los datos tributarios de padres y retoños, en España y en otros países. La conclusión fue que los niños de familias pobres comienzan a transitar por la vida en patente desventaja social, pero muchos logran mejorar su posición. Los datos de nuestro país eran tan buenos como los de Canadá y Dinamarca, y bastante mejores que los de UK y USA. Además, y este es un dato que logró aumentar mi interés, los hijos que crecieron en hogares pudientes (percentil 90) caían hacia la zona media del espectro económico (percentil 56).
Subrayé que esos movimientos del ascensor pueden confundir lo ‘social’ con un fenómeno estadístico que sigue un mecanismo ‘genético’ de redistribución social: la regresión a la media. En resumen, la razón de que los factores sociales son incapaces de ayudarnos a explicar (a) por qué solamente hay un Bach o (b) cómo surge Fahim Alam en medio de un inmenso y oscuro espacio sociológico. Contrariamente a lo que se piensa en determinados foros de la llamada intelectualidad, la lotería genética promueve un movimiento más justo del ascensor social que los abundantes y sospechosos planes de ingeniería sociológica.
También denuncie la tendencia a estudiar a un solo retoño por familia. Supone admitir la validez del supuesto de que la familia es una entidad compacta, algo que sabemos es una práctica bastante imprudente. Cada miembro posee su individualidad y es altamente probable que esas diferencias tengan un papel revelador sobre sus posteriores movimientos sociales al subirse al ascensor.
Buscando evidencia sobre algo más que los ingresos encontré, como señalé al principio, el artículo de Esping-Andersen, en el que se consideraban al menos datos cognitivos del PIACC. Limitados, pero algo es mejor que nada, ¿recuerdan?
El triste panorama es que ninguno de esos dos informes ofrece la necesaria información para incrementar nuestra iluminación sobre la cuestión. Seguiremos en tinieblas hasta que fundaciones similares a las que están detrás del Proyecto Altas de Oportunidades decidan poner en práctica un diseño genéticamente informativo en el que se valoren, como se debe, las variables y factores relevantes.
No tiene por qué ser demasiado complicado. En absoluto. Se podría comenzar con una aproximación retrospectiva mientras se planifica, con el mimo que merece, la investigación ideal. Pero me temo que no existe ni la necesaria presencia de ánimo, ni el imprescindible interés. Los focos adecuados podrían llegar a revelar algo que algunos prefieren que permanezca en la oscuridad
Para citar esta entrada
Colom, Roberto (2021) Los méritos personales y la justicia de la sociedad El 27/02/2021 en https://niaia.es/los-meritos-personales-y-la-justicia-de-la-sociedad/
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