¿Está resolviendo la democracia los problemas políticos de los seres humanos?

Félix García Moriyón

Profesor colaborador de la UAM y miembro del equipo Niaiá

Desde su aparición en la Tierra, los seres humanos mostraron una gran capacidad para afrontar los problemas de supervivencia apoyados por su inteligencia y por su fuerte capacidad de colaboración, hasta el punto de que, como indican la mayor parte de quienes dedican a la antropología en su sentido más amplio, ninguna otra especie de seres vivos llega ser tan colaboradora como los seres humanos.

La antropología cultural que investiga en los modos de convivencia en los inicios de la especie, en el paleolítico y el neolítico en especial, indica ya que relativamente pronto, en la transición al neolítico, más allá de las reducidas comunidades tribales en la apareció y se consolidó un modo elaborado de colaboración. Fue entonces cuando empezaron a aparecer ciudades y “países” en los que se daba una división del trabajo y unos modelos de toma de decisiones bastante sofisticados. Los trabajos de David Graeber y David Wengrow, en concreto su libro El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad, nos muestran con claridad esa complejidad encaminada a garantizar una adecuada distribución del poder y un reparto adecuado de los recursos.

Igualmente interesante es el relato sobre la configuración de la ética social, del bien y del mal, buscando mejorar el comportamiento de los seres humanos para conseguir resolver los problemas y conflictos de la comunidad evitando el mal comportamiento. Kropotkin fundamentó sólidamente que el apoyo mutuo era el factor fundamental de la evolución humana. Últimamente crece entre los investigadores de antropología moral la convicción de que los seres humanos, de forma intencionada, buscaron una cierta “domesticación” de la propia especie, precisamente para poner freno a comportamientos antisociales y violentos. Hanno Sauer ofrece una exposición bien fundamentada de ese proceso de domesticación en el libro La invención del bien y el mal

En esa progresiva búsqueda de la mejor manera de organizarse para resolver los problemas comunes, aparecieron propuestas democráticas, en las que, como indica la propia palabra, se buscaba que el pueblo (dēmos, «pueblo») y fuera el auténtico titular del poder (kratos, «poder») en la toma de decisiones e imposición de las decisiones tomadas.  En la tradición occidental, la democracia es una creación de la Grecia clásica, repetida en Roma. Antes ya se habían dado formas democráticas de organización en diferentes zonas de la India, y es muy sugerente la experiencia, mucho más tardía, de la liga democrática (Haudenosaunee) de las seis naciones indias del norte de América (Seneca, Cayuga, Oneida, Onondaga, Tuscarora y Mohauwk) fundada a principios del siglo XVIII.

No obstante, lo que entendemos hoy día por democracia es un modelo que surge para acabar con las monarquías absolutas y fundar regímenes políticos basados en la participación de toda la población en el gobierno. Es un proceso propio de la Ilustración que aparece tras revoluciones más bien violentas y que podemos dar por cerrado en 1948, cuando por fin pueden votar las mujeres en Francia en 1944 y en Italia en 1945. Los rasgos fundamentales de las democracias “burguesas” son la división de los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), con mecanismos de control y equilibrios para solventar las diferencias y con el objetivo de legislar para todos los miembros del estado. La libertad personal, la inviolabilidad de derechos fundamentales de las personas y la satisfacción de las necesidades de todas los ciudadanos/as, son rasgos decisivos. En 1992 Francis Fukuyama, tras la caída del muro de Berlín en 1989, publicó su libro El fin de la Historia y el último hombre, en el que daba por conseguido el triunfo de la democracia.

Quince años después estamos en una situación delicada pues se está observando un lento deterioro de la democracia. Según el prestigioso índice del periódico The Economist, solo pueden considerarse democracias plenas 24 de los 167 países del mundo y 58 son considerados regímenes autoritarios. Es más, habían disminuido la calificación de casi todos los países en los últimos diez años, un proceso de degradación democrática que parece continuar.

Al mismo tiempo, el crecimiento en muchos países, incluidos los “más democráticos”, de partidos de extrema derecha, que cuestionan abiertamente algunos de los rasgos fundamentales de la democracia, hace que crezcan las alarmas, pues empieza a crecer el número de personas que consideran que las democracias realmente existentes no consiguen resolver los problemas centrales de la ciudadanía: libertad real, condiciones laborales dignas, satisfacción de las necesidades fundamentales, sobre todo en sanidad, educación y vivienda. Están creciendo los temores de que vaya todo a peor, de que los problemas empeoren y se vuelva a recurrir al uso de la violencia, incluida la guerra, para resolverlos.

Urge, por tanto, hacer un diagnóstico preciso de lo que está ocurriendo, descubrir las causas del deterioro democrático y aportar soluciones eficaces para superarlo. En principio, la tarea es difícil y exige una auténtica implicación de la ciudadanía.

El seminario se celebró en línea el 16/10/2024

Puedes escuchar la grabación en audio (50,2 MB) en este enlace. Si deseas acceder a una grabación en vídeo (637,2 MB), puedes obtenerlo en este enlace.

Para citar esta entrada

Félix García Moriyón. Profesor colaborador de la UAM y miembro del equipo Niaiá. UAM. En Niaiá, consultado el 11/10/2024

En https://niaia.es/es-nuestro-intelecto-el-problema-o-la-solucion

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