El tiempo de la venalidad universal

Viento Sur. 2024

Simón Royo

Filósofo y escritor. Doctor en Filosofía. Investigador independiente

La tendencia a que todo se pueda comprar y vender ha aumentado sin cesar desde el siglo XIX, pero, aun así, hay cosas que no se compran ni se venden y que difícilmente se podrán llegar a comprar y vender algún día. Marx predijo la era de la compra-venta universal y siento el que siempre me suceda el dar con que, alguien ya lo dijo antes, pues parece que desde los griegos no hubiera habido nada nuevo bajo el sol. No es cierto que todo este ya dicho, pero impresiona la sagacidad de los antiguos y de quienes nos precedieron:

“Llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban; se donaban, pero nunca se vendían; se adquirían, pero nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor” (Karl Marx Miseria de la filosofía. Ediciones Júcar, Madrid 1974. I. Un descubrimiento científico. 1. Oposición entre el valor de utilidad y el valor de cambio. p.73. [MEW4, p.69]; 1846-1847).

Esa inteligencia que se encuentra en los estudiosos de antaño, entre los sabios, los científicos y los artistas, muchas veces, ha sido llevada en la dirección del dominar y sojuzgar, entonces no han sido los sabios, ni los científicos, ni los artistas, las resultantes sociales simbólicas representativas de un pueblo y de una época, sino los militares, los religiosos y los políticos, mientras que a los anteriores les llevaría la inteligencia antes que a sojuzgar y dominar, a liberarse y a facilitar con sus obras, la liberación de los demás y la de los venideros. Aunque, bien mirado, tampoco deberíamos separar a los dos bandos totalmente, de un lado lo positivo, sabiduría, ciencia y arte, de otro lo negativo, milicia, política y religión, ya que todos esos elementos descollantes pueden ser, dada su naturaleza híbrida y amoral, en cuanto poderes, tanto creativos como dominadores, dependiendo de su orientación; y surgen de una raíz común. Además, la guerra entra dentro del arte, la política en la ciencia y la religión, quizá, en la sabiduría, cuando se acerca a la mística elevada y sobrepasa a las iglesias y los dogmas.

Los hombres nacen siendo potencias semejantes por naturaleza, entonces, ¿por qué las desigualdades? Porque se nace en una sociedad ya dada y no en la naturaleza. Depende entonces de cómo esté estructurada esa sociedad el cómo serán los nacidos en su seno. Si una sociedad está estructurada de forma que la participación política sea una necesidad, entonces, los nacidos en ella desarrollarán esa capacidad; si se estructura además requiriendo como necesario el que los ciudadanos cultiven su inteligencia y contacten con la sabiduría, las ciencias y las artes, todos ellos desarrollarán esas capacidades. Sin embargo, la sociedad dada que nos encontramos hoy en día está estructurada de forma que casi lo único necesario que les presenta a los nacidos en su seno es el trabajo, la producción. ¡Hijo, tienes que trabajar para ganarte la vida! Y no es que las ciencias y las artes o la política y la sabiduría no entren dentro de la categoría de trabajo o de producción, sino que con ello se presenta tan sólo la necesidad de la compra-venta, ya que la fuerza de trabajo es todo con lo que cuenta el mal-nacido en nuestra sociedad actual y tiene la necesidad de venderla para subsistir.

Desde luego que quienes han impreso esa necesidad social en la civilización contemporánea no debieron ser quienes no contaban con otros recursos que con su capacidad de vender su trabajo, sino que fueron quienes contaban con la capacidad no sólo de venderlo, sino de comprarlo también. Por eso tomó el nombre de sociedad burguesa o sociedad capitalista, precisamente porque fue construida por unas fuerzas que dominaban y dominan a quienes más se beneficiaban y se benefician de ella, a partir de unas coordenadas materiales que les fueron dadas y por unos descubrimientos científicos y unas riquezas naturales que tuvieron que expropiar a los demás y apropiarse ellos mismos.

Pero volvamos al texto citado, donde se nos dice que “virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia” son cosas que han llegado a comprarse y venderse. Pues no es del todo cierto. No se compra la amistad, pero se pueden comprar acompañantes pagados a los que llamar impropiamente amigos, no se compra la virtud, sino que se puede comprar el renombre de justo pagando a quienes lo divulguen, no se compra la ciencia ni el conocimiento, sino que se pueden comprar títulos universitarios. No se puede comprar el amor, sino que se compran acompañantes sexuales a cambio de un salario. No se puede comprar la conciencia, sino que se compra la opinión y la ideología por un puñado de garbanzos. De modo que “virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia” son algo, en cierto modo inalienable, porque nadie puede vender lo que no posee, mientras que, por otro, son las cosas más vendibles del mundo, en cuanto que lo que se vende con el nombre de virtud no es más que vicio, lo que se vende con el nombre del amor no es sino odio, lo que se vende con el nombre de la ciencia no es sino error; lo que se vende como opinión es la apatía y lo que se vende como conciencia, la inconsciencia.

Se me dirá que resulta poco consuelo el que no se pueda enajenar realmente la ciencia, ya que la tecnología, sin pagar nada por ello, se apropia libremente de la ciencia de Arquímedes, Euclides, Newton o Einstein, sin que la humanidad reciba derechos intelectuales de semejante explotación de recursos. Se me dirá que se crean patentes y que Nobel se hizo millonario con la dinamita para arrepentido, luego, poner el famoso premio. Se me dirá que resulta poco consuelo que el amor sea inalienable si se puede prostituir a un ser humano y utilizarlo de esa forma, comprándolo y usándolo como cualquier otro artículo del mercado. Se me dirán cien cosas semejantes. Y se tendrá razón.

Pero se sigue “transmitiendo, donando y adquiriendo” además de comprando y vendiendo, por más que lo último parezca abarcarlo todo y lo primero haber quedado arrinconado. Si se transmite a un joven un conocimiento, no se le pierde por ello, aunque incluso se venda y se transmita por dinero, como hacen los profesores, puesto que es diferente mercancía el conocimiento que los bienes corpóreo-materiales. El conocimiento, en cierto modo, se puede comprar y vender, pero, curiosamente, no se pierde cuando se hace de otro, porque en realidad nadie lo posee al no ser un objeto. A diferencia de lo que le ocurre al obrero que fabrica una vasija de barro, que cuando la vende, la pierde a cambio de dinero con el que intercambiar en el mercado; quien fabrica una idea y la comparte o la vende, no por ello se queda sin idea, luego es distinto alienar que vender, pues lo primero significa darlo todo y lo segundo tan sólo una parte; el primero otorga el tiempo y el producto, mientras que el segundo otorga el tiempo y el producto, pero conserva el producto, ambos mantienen, sin embargo, la capacidad creadora, que resulta inextirpable. Y si hablamos no ya de lo que se transmite, sino de lo que se dona o adquiere, nos encontramos con cosas que no se pueden ni vender, ni alienar. La donación excluye la venta puesto que no se recibe nada a cambio y la adquisición también, ya que se pueden comprar y pagar clases de inglés, pero no el conocimiento de la lengua inglesa, se pueden comprar títulos académicos, pero no las capacidades que se supone certifican, pues estas últimas han de ser adquiridas de un modo distinto al de la compra-venta. Nos acercamos entonces a la resolución de la sorpresa que nos producía la cita de Marx. Lo que se compra y se vende, y por eso vivimos en el tiempo de la venalidad universal, no son “la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la conciencia”, sino los medios que conducen a alcanzar la virtud, el amor, la opinión, la ciencia y la conciencia. Como decíamos antes no se compran conocimientos de lengua inglesa en el mercado, sino que se compran clases de inglés, esto es, se compran los medios a través de los cuales es posible adquirir y desarrollar las capacidades que se han de alcanzar. Si no se tiene garantizado por nacimiento un entorno de afecto, ¿cómo se podrá alcanzar el amor? Si no se disponen las medidas necesarias para que todos adquieran y desarrollen la virtud, ¿cómo se pretende vivir en una sociedad de virtuosos? Si no contamos con la posibilidad de ejercitarnos en la construcción de nuestra opinión y nuestra conciencia, ¿cómo no vamos a tener como opinión nuestra la de los demás y como conciencia la de quien que nos paga? Si se nos escamotean los medios para cultivar las ciencias, ¿cómo vamos a ser racionales? Si se nos impide cultivar las artes ¿cómo desarrollaremos nuestra sensibilidad? Toda semilla crece y se convierte en árbol siempre y cuando el campo y el abono lo propicien.

Desde luego a quienes el poder lleva a dominar, ya de forma que se diga legítima o de forma ilegítima, cuidan de que un número reducido de personas que les sirva de reemplazo tengan acceso a los medios para alcanzar la virtud o la ciencia, pero no los aprovechan enteramente en esa dirección, sino que prostituyen la virtud y la ciencia hacia la consecución del mantenimiento de su dominio y el incremento de su patrimonio. Por eso son los que dominan. Quienes logran acceder a los medios y no prostituyen los fines acaban enfrentándose a los dominadores, siendo traidores de clase, pues nada hay más afrentoso para el que domina que un ser que, en lugar de dominar crea, que, en lugar de sojuzgar, se libera y llama a la liberación, que, en lugar de trabajar, disfruta con su simultánea actividad de adquirir y producir, que no compra ni vende más que lo indispensable, y lo demás, lo transmite y lo dona. El peor enemigo del dominio es la potencia y no puede erradicarse a ninguno de los dos, pues ambos tienen el mismo origen, el poder. Todos los seres humanos nacen con un poder o una potencia que puede ser agostada, cercenada, limitada y coartada o que puede crecer y manifestarse en cuanto potencia o, si se prostituye, en cuanto dominación, que no es sino potencia desviada. De ese modo, los espíritus libres y quienes se orienten hacia la libertad, buscarán la equiparación de los medios para todos los seres humanos (la justicia y la igualdad) porque estará en su naturaleza la potencia de la liberación, resistirán a la dominación, formando una comunidad inconfesable que nunca saldrá del anonimato y se enfrentarán, de esa forma, al tiempo de la venalidad universal.

Para citar esta página

Royo, Simón (2024). El tiempo de la venalidad universal. El 25//2020 en Niaia https://niaia.es/las-modernas-iconoclastias/

Creemos en el libre flujo de información. Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons, citando la fuente

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es image.png

La Web de NIAIÁ y sus publicaciones (salvo aquellas en las que se especifique de otra manera) están bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *