Juan B. Campagne Aguilera. Profesor Educación Primaria. Miembro del equipo de Niaiá
Existen pocos géneros literarios que presenten una continuidad histórica como la fábula. García Gual (2016a) asegura que “en Mesopotamia y en Egipto, se compusieron breves relatos de aire fabulístico, en relación con textos gnómicos, y que ya hubo una tradición escrita y oral de historietas de bestias parlantes” (p. 11). Encontramos evidencias para afirmar que entre los siglos V a.C. y XII d.C. circularon por Europa colecciones cercanas a este género procedentes de la India, que se recogieron en el Panchatantra y en el Hitopadesa. Lo cierto es que las fábulas eran muy populares en Atenas y que el género se ha extendido por los cinco continentes. Matic (2015a) afirma que “la fábula ha constituido el molde en el que se han plasmado las más variadas filosofías, teorías literarias, [y] concepciones de la vida” (p. 153).
En este contexto, según García Gual (2016b), corresponde a Hesíodo no solo el mérito de introducir la fábula en la literatura occidental por medio de “El halcón y el ruiseñor”, sino usarla con valor didáctico, dentro de sus reflexiones acerca del comportamiento justo de la sociedad humana. Citemos el texto para poder centrarnos luego en algunos detalles:
Ahora contaré una fábula a los reyes, aunque sean sabios:
Así le habló un halcón a un ruiseñor de variopinto cuello mientras le llevaba muy alto, entre las nubes, atrapado en sus garras. Este gemía lastimosamente, ensartado entre sus corvas garras y aquel en tono soberbio le dirigió estas palabras:
“¡Infeliz! ¿Por qué chillas? Ahora te tiene en su poder uno mucho más poderoso. Irás a donde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirás de comida si quiero, o te dejaré libre. ¡Loco es el que quiere ponerse a la altura de los más fuertes! Se ve privado de la victoria y además de sufrir vejaciones, es maltratado”. (citado en García Gual, 2016c, p. 46)
Se podrían señalar, a partir de este ejemplo, los trazos más característicos de las fábulas como género literario. En primer lugar, el carácter alegórico y breve del relato. Para Teón (citado en Baranda, 2007) “una fábula es una composición falsa que simboliza una verdad”. Según señala Aristóteles en su Retórica, se cree que este carácter fingido, basado en analogía y en lo escueto, se debe a que estas características las hacían de fácil comprensión para el pueblo.
En segundo lugar, en ella intervienen animales que hablan y razonan como los seres humanos. En estas interacciones, las bestias parlantes ofrecen una lección de conducta a partir de reflejarse en el mundo de las personas e invitan a reflexionar sobre él. En este último rasgo, es posible observar una función didáctica y una intención moral. Es decir, la fábula procura aleccionar y dejar un mensaje, sirviendo, como dice Rodríguez Andrados (1979a), “al tiempo como arma de enseñanza y de ataque, mezcla de serio y de broma” (p. 13). Sin embargo, Matic (2015b) advierte que el haber priorizado este carácter didáctico-moralizante ha negado o ignorado las posibilidades críticas del género. Así es como se puede observar una sociedad en la que casi no hay justicia ni compasión hacia el débil, en donde “[l]a razón del más fuerte es siempre la mejor” tal como dictaminaba La Fontaine (citado en García Gual 2016d)
En tercer lugar, queremos destacar dos elementos comunes. Por un lado, repiten siempre la misma estructura. Varios autores coinciden (con matices) en que a un conflicto le siguen tres momentos: situación inicial, actuación y resultado. Es así como, a partir de un problema, los contendientes intentan vencer, convencer o escapar, según el caso, valiéndose de la fuerza y la astucia. Por otro lado, las figuras animales aparecen ceñidas a una convención cultural. De esta manera, y con algunas diferencias entre autores, “el león es un animal que encarna la fuerza, el lobo es feroz y manso el cordero” (G. Gual, 2016f), por nombrar algunos. Las relaciones que establecen estos y otros protagonistas es conflictiva, pragmática y feroz en donde la fuerza o la astucia, como señalamos antes, es la que acaba inclinando la balanza.
En cuarto lugar, queremos destacar la presencia de la moraleja. Hemos mencionado antes el carácter imaginario, breve y, en ocasiones, tragicómico de la fábula, que no pretende evasión, sino una meditación profunda sobre la condición humana al mostrar “la verdad sobre la sociedad real” (G. Gual, 2016e). La propia acción de los personajes puede conducir a una reflexión, bien de un modo implícito (cuando es evidente el éxito o el fracaso) o explícito, cuando va acompañada de una moraleja. No obstante, la relación entre una fábula y su moraleja ha sido cambiante y compleja, y el proceso de transformación de los relatos desde sus versiones orales hasta sus diferentes reescrituras ha generado otras adaptaciones y tramas. Esto es algo que los mismos fabulistas no ocultaban, tal como mencionaba uno de los máximos exponentes, el español Félix María Samaniego (1975) en el prólogo de su “Fábulas”:
“Examiné, comparé, contrasté y elegí para mis modelos” [A Esopo, a Fedro, etc.] (…) “Entregándome con libertad a mi genio [para] variar rara vez algún tanto, ya del argumento, ya de la aplicación de la moralidad; quitando, añadiendo o mudando alguna cosa” (p. 20)
En la actualidad, Matic (2009c) afirma que “las fábulas se siguen escribiendo, rescribiendo y no han perdido su atractivo para los escritores del siglo XX” (p. 13). De esta manera, los constantes cambios del género han desembocado en el concepto de la nueva fábula. Este nuevo fabulario ha regresado a la escena llegando desde distintas partes del mundo. Autoras como Kleveland (2002) señalan que se pretende retomar “la fuerte crítica social y revelar los errores de las instituciones y las gentes del mundo contemporáneo”.
De este modo, en las nuevas fábulas escritas por autores europeos y americanos, fundamentalmente, hay una revisión como consecuencia de las problemáticas actuales. Este detalle puede resultar una liberación para un género que quizás haya permanecido un tiempo enjaulado en sus propias características.
Pensamos que esta actualización en el enfoque, con temas, personajes y recursos retóricos más actuales, junto con una vuelta a las raíces pueden renovar el interés por las fábulas para la gente de hoy día. Este tipo de narraciones, creemos, pueden ayudar a presentar los ingredientes que refuercen la educación moral de niños y jóvenes haciéndoles apreciar y compartir viejos y nuevos relatos con los que se puedan identificar.
Para ampliar información se puede consultar
García Gual, C. (2016). «El zorro y el cuervo». Madrid: Fondo de cultura económica.
García Gual, C. (1991). «Figuras helénicas y géneros literarios». Madrid: Mondadori España, S.A.
Si desea citar esta entrada
Campagne Aguilera, Juan A. (2018). ¿Es la tecnología neutral? En Niaia, consultado el 30/05/2018 en https://niaia.es/el-papel-de-las-fabulas-en-la-educacion-moral/