Pikkety, Thomas. Capital et idéologie. Paris. Seuil. 2019. 1232 pp
Reseña de Marcos de Castro Sanz. Expresidente de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES) y exmiembro de Mondragón Corporación Cooperativa.
Piketty es un joven profesor (48 años) de la École d´Économie de Paris, ha recibido varios premios y la revista Foreign Policy le nombró como uno de los 100 pensadores globales más influyentes. Ha iniciado una vía de investigación económica enraizada en el devenir de la sociedad. Lo que tiene relevancia en el estudio de la economía. En España fue muy conocido, recientemente, por su publicación, casi un superventas, del libro titulado El capital en el siglo XXI”. Ahí desarrolla, basado en análisis profundos de datos, el riesgo de crecer en la acumulación de la riqueza que no se deriva de la participación en la actividad productiva, sino de un crecimiento mayor del capital sobre la producción. Con lo que denuncia el riesgo de caminar a una sociedad de rentistas.
Ya había publicado antes Los altos ingresos en Francia en el siglo XX. Desigualdades y redistribuciones, 1901-1998, centrado en Francia. En El capital del siglo XXI se centró en Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. En el fondo de su análisis está la distribución de la riqueza y el estudio de las desigualdades sociales. En esta línea de investigación ya está publicado en Francia su nuevo libro Capital e ideología (aun no se sabe cuándo aparecerá en España) abarcando el estudio de las desigualdades al mundo entero ofreciendo una narración sobre cómo se trató, y justificó, la propiedad de los activos (incluidas las personas) en las distintas sociedades. Siempre ha habido desigualdades, pero se han querido explicar como una consecuencia del sistema económico o de las personas (son vagas o no quieren trabajar, dicen quienes defienden las tesis neoliberales). Piketty nos dice que eso no es cierto, las desigualdades son ideológicas y políticas. Y esto ha ocurrido en todas las culturas y edades de la humanidad. «Cada sociedad, dice él, debe justificar sus desigualdades, hay que encontrarles razones sin las que todo el edificio político y social amenaza con derrumbarse. Cada época produce un conjunto de discursos e ideologías que apuntan a legitimar la desigualdad». Están tan arraigadas en las culturas sociales que Piketty rechaza el concepto de igualdad de oportunidades apuntando que es preciso reescribir un relato alternativo.
La desigualdad está integrada en los diversos modelos sociales, arrancando en el de los llamados «países desarrollados», cultura dominante del siglo XIX (de la que somos herederos) apoyando que «la desigualdad moderna es justa porque esta se desprende de un proceso elegido libremente en el que cada uno tiene las mismas posibilidades de acceder al mercado y a la propiedad, donde cada uno se beneficia espontáneamente de las acumulaciones de los más ricos, quienes también son los más emprendedores, los que más merecen y los más útiles». Todo un esquema mental muy conocido en las culturas neoliberales que concluyen que esos ricos, por ser los mas útiles, incluso deberían pagar menos impuestos porque ya contribuye su actividad al desarrollo social. La meritocracia es como una habilidad mágica que les permite a quienes poseen la riqueza «justificar cualquier nivel de desigualdad sin tener que examinarla y, de paso, estigmatizar a los perdedores por su falta de mérito, de virtud y de diligencia». Se acerca mucho Piketty a lo que Bauman decía sobre que lo preocupante del 0,5% más rico es que no saben nada de lo que les rodea.