Cecilia del Castillo Moro
Área marina de Ecologistas en Acción
El océano sustenta el 80 % de la vida en el planeta, genera la mitad del oxígeno de la atmósfera y absorbe un cuarto de las emisiones de CO2 producidas por la actividad humana, amortiguando los efectos del cambio climático. Además, el océano es la mayor fuente de proteínas del mundo: más de 3.000 millones de personas dependen de los océanos como fuente principal de proteínas.[1]
Sin embargo, no solo la ciudadanía vive ajena a esta realidad. Las incertidumbres científicas, como la forma de medir los sumideros oceánicos y costeros de carbono, han llevado a excluirlos de la mayoría de los sistemas de contabilidad de emisiones de carbono y, por lo tanto, los océanos han estado mayoritariamente ausentes de los debates políticos para afrontar los retos del cambio climático[2]. Por desgracia, la crisis de pérdida de biodiversidad y la emergencia climática no dejan descansar al medio marino. En palabras de la UNESCO, “si no se actúa, más de la mitad de las especies marinas del mundo podrían estar al borde de la extinción en el año 2100”.
El objetivo sostenible 14 pretende conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos. Sin embargo, parece que aún estamos lejos de alcanzarlo. En el último informe sobre la implementación de los ODS[3] para España solo aparece “el porcentaje de espacios marinos protegidos” como una meta conseguida del ODS 14. Además, el INE muestra que a nivel nacional solo hay tres indicadores disponibles (de los 10 relativos a cada una de las metas) para evaluar el cumplimiento de las metas del ODS 14. Uno referente al nivel de acidificación, otro relativo a sobrepesca (que no tiene en cuenta las poblaciones del Mediterráneo, en un estado mucho peor que las poblaciones explotadas del Atlántico) y el porcentaje de espacios marinos protegidos.
Desafortunadamente impactos como la contaminación por vertidos residuales o de la agroindustria, como en el caso del mar Menor, las basuras marinas, los impactos derivados del turismo, como los cruceros o el crecimiento urbanístico litoral, siguen azotando nuestro territorio. Así, en el informe anterior el resto de indicadores analizados aparecen mucho peor parados: el índice de calidad del agua marina, la sobrexplotación de especies de interés pesquero, los descartes o las amenazas a la biodiversidad marina derivadas de las importaciones.
A todo esto se debe añadir el papel cada vez más destacado de la globalización de los productos pesqueros, tanto en la pesca extractiva como en la acuicultura. Según la FAO los productos del mar siguen siendo uno de los alimentos básicos más comercializados internacionalmente (en 2018, 67 millones de toneladas o el 38 % de la producción pesquera y de la acuicultura fue comercializada internacionalmente). De hecho, dos de cada tres piezas de pescado que se consumen en España proceden de caladeros lejanos, con la huella socioambiental que esto conlleva, que, cabe destacar, no mide ningún indicador del ODS 14.
Por otro lado, la perspectiva ecosocial de la pesca relativa a la meta 14.b en España es prácticamente inexistente. Esta meta tiene como objetivo facilitar el acceso de los pescadores artesanales a los recursos marinos y los mercados. Desafortunadamente esta meta carece de indicadores desarrollados y no se aprecia voluntad política para empoderar a las comunidades costeras. De hecho la tendencia de la última década muestra que cada vez hay menos barcos, los barcos más grandes han aumentado su capacidad para pescar gracias al desarrollo tecnológico y el nivel de capturas no ha disminuido.
Si nos acercamos a nuestro territorio, el informe sobre ODS en 100 ciudades españolas[4], desarrolla diferentes indicadores a nivel local, que, lamentablemente, reflejan bien poco la realidad. Ciudades como Algeciras, Huelva, Valencia o Chiclana aparecen con un alto nivel de cumplimiento. Sin embargo, Ecologistas en Acción ha otorgado Banderas Negras para denunciar episodios de contaminación o de mala gestión de espacios litorales en todas estas ciudades en los últimos años. La ría de Huelva tiene una bandera negra por la destrucción de los espacios marismeños por la acumulación de residuos peligrosos y radiactivos en las balsas de los fosfoyesos generadas por los vertidos de la industria de fertilizantes. Valencia ciudad también tiene una bandera negra por la nefasta gestión de las actividades portuarias que con diques, espigones y demás estructuras cambian la dinámica litoral y están causando un deterioro dramático de la calidad de las costas del Parc Natural de l’Albufera de València.
En esta sesión veremos que el océano no puede esperar.
Podemos y debemos acabar con su degradación con soluciones basadas en el
conocimiento científico, sin olvidar los conocimientos tradicionales para
garantizar el futuro de nuestros pueblos, nuestros mares y nuestras vidas.
[1] Sitio web de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
[2] Hoegh-Guldberg, O., Northrop, E., & Lubchenco, J. (2019). The ocean is key to achieving climate and societal goals. Science, 365(6460), 1372-1374.
[3] Sachs, J., Kroll, C., Lafortune, G., Fuller, G., & Woelm, F. (2022). Sustainable development report 2022. Cambridge University Press.
[4] REDS, 2020. Los ODS en 100 ciudades españolas (2ª edición).
El seminario se celebró en línea el 22/02/2023
Puedes escuchar la grabación en audio (75 MB) en este enlace. Si deseas acceder a una grabación en vídeo (282,4 MB), puedes obtenerlo en este enlace.
Para citar esta entrada
Castillo Moro, Cecilia del (2023): ODS 14. Vida submarina sostenible Accesible en https://niaia.es/ods-14-vida-marina-sostenible/
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