Un tema que está alcanzando cada vez más notoriedad es el de la posibilidad de lograr cambios importantes en los rasgos fundamentales que caracterizan a los seres humanos. El tema ya viene de hace un par de décadas y se conoce en general con variantes de una palabra: transhumano. Es decir, se habla de posibilidades de avancemos hacia unos seres humanos que estén dotados de cualidades excepcionales, elegidas a la carta, desaparición de algunas enfermedades importantes y control de otras que causan estragos y la posibilidad de alargar la vida humana de manera considerable, retrasando el envejecimiento.
En cierto sentido, no deja de responder a un intento que ha presidido la aventura humana desde sus orígenes. De mejora genética o eugenesia hablaba ya Platón, y se aplica a animales y plantes desde el neolítico; una novela de Huxley, más distópica que utópica, nos narra la manipulación genética en Un mundo feliz y la película Gattaca también nos ofrece una sociedad obsesionada con la perfección genética.
De prolongación de la vida también se habla desde tiempos inmemoriales, con la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, de la que ya habló Heródoto al hablar de la fuente de los Macrobios, en Etiopía. Algunos cronistas afirman que el espectacular viaje de Ponce de León que le llevó a descubrir Florida fue animado por la búsqueda de esa fuente de la eterna juventud de la que hablaban los habitantes de algunos pueblos de América. En tiempos modernos, James Hilton introdujo en su novela, Horizontes perdidos el tópico de Shangri-La, un paraíso en la Tierra en el que se daban esas condiciones especiales.
Mitos antiguos y aspiraciones también antiguas, que han orientado una parte no despreciable de los esfuerzos tecnológicos y científicos de los seres humanos desde siempre. Y desde siempre ha suscitado importantes debates éticos intentando elaborar criterios que orientaran la toma de decisiones en temas tan complejos.
Quizá lo más novedoso es que los nuevos avances científicos y tecnológicos han ampliado notablemente la capacidad de convertir en realidad esos «mitos» antiguos. El último, o quizá ya el penúltimo, es un nuevo procedimiento para facilitar y mejorar notablemente la manipulación genética. Poco dice el nombre técnico CRISPR, pero es mucho lo que hace posible