Ya lo había defendido Benjamin Barber en su libro Un lugar para todos. Cómo fortalecer la democracia y la sociedad civil. También lo había defendido Martha Nussbaum en Sin fines de lucro. El cultivo de las humanidades es importante para elevar la calidad de vida de nuestras sociedades y su calidad democrática. Aunque nunca la he considerado como una de las humanidades, lo mismo podemos decir de la Filosofía, con especial importancia de la filosofía práctica en la que debemos incluir la ética.
En este grupo de investigación Niaiá esa es una idea central: hace falta prestar atención a la investigación y a la resolución en los problemas morales. Y hace falta igualmente que la formación moral sea un elemento fundamental en todas las organizaciones, públicas y privadas, puramente económicas o de cualquier otro tipo. Dos recientes publicaciones destacan la importancia de la formación en humanidades, una de Esperanza Marcos Martínez, Catedrática URJC y coordinadora del Grado en Ingeniería de Servicios y otra de Ana Torres Menárguez, colaboradora habitual de El País, insisten en esta línea de trabajo.
Ahora bien, lo importante no es solo destacar esta exigencia, sino también elaborar programas de investigación y modelos de formación que realmente contribuyan a mejorar la capacidad de afrontar los problemas de gestión y organización, así como los procesos de trabajo, desde un punto de vista enriquecedor. Es a eso a lo que intentamos dedicarnos en Niaiá.